Caperucita cada mañana salía de casa de su abuela rumbo al instituto, y por muy diferentes caminos que tomara siempre se topaba con ellas, allí estaban como una manada de lobas hambrientas dispuestas al ataque.
- Caperucita que guapa vas hoy vestida de rojo (empujón)
- Caperucita mira que te pintas (tirón de pelo)
- Caperucita si pareces una putita (zancadilla y al suelo)
- Caperucita que haces tirada como una basura (patada al estomago)
Todo ello aderezado con unas sórdidas risotadas.
Y así casi todos los días, siempre llegaba tarde al instituto, si es que llegaba, pero a su abuela nunca le contaba nada.
- Que me he tropezado camino del instituto.
Pero ella ya no aguantaba más, debía poner fin a ello.
La mañana de aquel día había citado a las lobas en el portal de su casa.
Mientras su abuela aún dormía, ella se asomó para comprobar que ya estaban allí.
Entonces se subió a la repisa de la ventana y les gritó “ahora bajo”, cuando ellas alzaron la vista, Caperucita, con su vestido rojo, ya había iniciado su vuelo hacia la felicidad.
Fotografía: Laura Zalenga
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