viernes, 3 de febrero de 2017

EL GRAN MARCELO



   -Por fin, Mable, esta situación no podía continuar así por más tiempo, fíjate a mí, la gran muñeca Fabiola, cuando se equivocaba y me ponía a recitar poemas con esa voz chirriante y apestosa a alcohol del impresentable de Rusty, que arcadas me entraban.

  -¡Eh! ¡Eh! Fabiolita, sin faltar, que de más me tengo que quejar yo, acuérdate del día que se equivocó de orificio y me metió la mano por donde no debía, no veas que dolor, no me pude sentar durante dos semanas.

   -Vale chicos, tranquilos, que todos hemos pasado lo nuestro, yo el magnífico e inigualable Oso Mable, me estuve las tres últimas funciones encerrado en esta maleta, ya que se olvidaba de mí, no veas que calor y que ahogo, sin poder mostrar mi arte. Por lo menos ya no tendremos que aguantar esas risas burlonas del público en las últimas actuaciones, y como él además se reía también, pues esto parecía una patochada, en lugar del espectáculo del excelso y genial “Ventrílocuo Marcelo”. Pero bueno desde que se inventó esa voz sin muñeco, que solo decía barbaridades, más bajo no podíamos caer, sobre todo cuando el último día empezó a decir encima del escenario –“os voy a matar a todos”- y sacó aquella pistola. Ahora disfrutaremos de esta nueva vida, ya que desde que hemos llegado a esta residencia, y le pusieron esa camisa blanca con las mangas atadas a la espalda, por lo menos ya no nos meterá mano y no nos manipulará a su antojo, aunque eso sí, nos vamos a quedar mudos para siempre.



Fotografía: Rosa Martínez.

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