Antonio, en su juventud, era un bohemio soñador. Se dedicaba a realizar pintadas en su lucha por la libertad. No le importaba el lugar. Cuando era multado o arrestado, sus camaradas embadurnaban las paredes de su barrio con: “Solidaridad con Antonio”. Con el paso del tempo y, viviendo en una sociedad con mayor tolerancia, su amor por el espray disminuyó.
Esta mañana, cuando se ha asomado por la ventana y ha visto a un grupo de chavales haciendo un grafiti en la fachada de su comercio, no ha dudado en gritarles: “¡Gamberros, eso es una falta de respeto!”.
Fotografía: Javier F. Barrera
Suele ocurrir y nos olvidamos del pasado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Rafael, por tu comentario.
EliminarAsí es, nos olvidamos.
Un abrazo.