Me miré en el espejo y me dio miedo. No era por verme la cara cubierta de arañazos o por aquella herida abierta en el hombro. Ni por los cortes que presentaba por todo el pecho. Ni, por supuesto, por contemplar el reflejo carmesí de los cuerpos de mi esposa y las niñas sobre la cama.
La verdad, lo que me causó pavor fue mostrar cierta debilidad al observar cómo se deslizaba con lentitud por mi mejilla una lágrima.
1ª convocatoria de ENTCOLORES - ROJO
Esa lágrima solitaria tras las heridas externas. Esa gota salada que nos aterra.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.