CUÉNTAME UN CUENTO (Los pequeños héroes y otros héroes pequeños)

   Cada mañana, mamá nos dice adiós desde la puerta de nuestra habitación. Sale a trabajar, ya que dicen que es esencial. Hasta hace unas semanas, solo era la negra que trabaja limpiando en el hospital. Incluso, algunos ni la saludaban. Ahora, muchos le aplauden.

     Cuando ella se marcha, mi hermana y yo nos levantamos. Como soy la mayor, aunque solo tengo once años, preparo el desayuno. Luego, nos aseamos y nos vestimos igual que si fuéramos a salir camino del colegio. Pero, tan solo tenemos que andar unos pasos hasta la cocina. Allí, nos sentamos a la mesa, y nos turnamos frente a la pantalla del ordenador. Menos mal que a mamá, Anselma, la vecina de al lado, le ha dejado un portátil. De lo contrario, no podríamos ir al cole. Además, le ha dado la contraseña de su wifi para que nos podamos conectar.

     Al acabar las clases, caliento la comida que mamá nos ha dejado en la nevera. Después, hago alguna tarea de casa, ya que mamá no lo puede hacer todo. Por la tarde, mientras merendamos, llega mamá. Sin decirnos ni hola, se mete en el baño y se ducha. Pero por mucho que se lave, no desaparece de su cara el miedo y el temor. Incluso, sus ojos delatan que ha llorado en el trabajo.

     Luego, mamá nos prepara la cena y nos manda a la cama. Mañana hay que madrugar. Entonces, le pido que nos cuente un cuento. Y cuando termina, aunque está muy cansada, le pido que nos lo vuelva a contar. Aún sabiendo que ya no será igual. Que será diferente. Que tal vez, Cenicienta lleve las botas del gato o que Caperucita acabe, junto al lobo, soplando contra la casa de los tres cerditos. Aunque sé que mamá no sabe leer bien el castellano, me gusta verla sentada en el suelo junto a mi cama, mientras sujeta el libro del revés.

Relato presentado al concurso de Editorial Zenda "Nuestros Héroes"