Cuando de repente sonó el horrendo tono que llevaba mi padre en su móvil, todo fueron sobresaltos. La tía Gertrudis quería cortarse las venas. Mamá se desmayó, golpeándose la cabeza con la figura de un ángel que decoraba la sala del tanatorio. Yo no podía respirar. Pensamos que se nos había olvidado sacar el teléfono del traje con el que lo amortajamos y lo metimos en el ataúd, pero lo peor es que oímos cómo desde el interior papá contestó.
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