Cuando he visto aparecer a María, lo primero que he hecho ha sido sentarme frente a ella. Mientras la observo sin pestañear, estoy pendiente de cada movimiento, de cada gesto, de cada palabra. Intento anticiparme y adivinar que es lo siguiente que hará. Ojalá pudiera conocer sus pensamientos, así podría relajarme y actuar con mayor naturalidad. Cuando al fin ella acaba de maquillarse y se levanta, yo, aíraM, puedo descansar.
Ese alter ego que todos podemos atesorar. Muy buen relato
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.
Hermosoooo !
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo.