Desde que recuerdo, nunca le exigí demasiado a mi familia: Solo un poco de cariño, que no me pegasen mucho y salir a jugar al parque, de vez en cuando, como hacían los niños que vivían en las casas de enfrente. Si además, le añado que siempre fui bueno y obediente, excepto el día que intenté escaparme por la ventana, me caí y ya no volví andar más. Por ello, nunca entendí porque pasé el resto de mi infancia encerrado en aquel orfanato.
uf, qué duro. Un texto impecable, pero con una carga de tristeza increíble en tan pocas palabras
ResponderEliminarUn abrazo y feliz viernes
Muchísimas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.
Inocencia y tristeza mezcladas. Brutal
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, Yolanda.
Eliminar