Todo comenzó cuando aumentó de tamaño aquella pequeña mancha del sótano. Al principio intentamos limpiarla nosotros. Fue imposible. Luego, contratamos a un albañil, pero tampoco dio con la causa ni con la solución. Además, nos dijo que era imposible trabajar con aquel desagradable olor.
Cuando se extendió por el suelo de la planta baja, decidimos trasladarnos al primer piso. Al mismo tiempo, empezó nuestra mala suerte. Perdí el trabajo y nuestra relación de pareja se deterioraba al ritmo que lo hacía la casa. Aquel hedor era, cada vez, más insoportable. Los familiares y amigos dejaron de visitarnos. Mi mujer me abandonó, se marchó con las niñas. Decía que todo era culpa mía. Decidí instalarme en el ático. Entonces comenzaron a escucharse las voces. Como un mantra me repetían: “Toma la única salida”. Y así lo hice el día que, desesperado, abrí el ventanal.
Han pasado muchos años. Ahora, formo parte de ella.
Una historia muy bien llevada desde el principio hasta el fin.
ResponderEliminarSAludos.
Muchas gracias por tu comentario, Manuela.
EliminarSaludos.
Muy bueno, me recuerda, levemente, a esa casita de Cortázar, la casa tomada.
ResponderEliminarMuy buen post. Que la mancha no te engulla. Un abrazo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.