martes, 1 de octubre de 2019

MATAR A UN RUISEÑOR

     Todos los miércoles, a la salida del colegio, a mi hermano y a mí nos gustaba pasar por delante de las puertas del “Cine Nilo”. Ese día por la mañana, de forma diligente, D. Mariano había colocado, junto a la taquilla, los carteles anunciadores de las películas que iban a proyectar el fin de semana. Siempre nos quedábamos embobados viendo aquellos colores que, por desgracia, luego jamás aparecían en la gran pantalla. Nuestra vida transcurría en blanco y negro. Allí, mirábamos atónitos  todos los detalles, soñábamos con ser los personajes de aquellas historias: pelearnos a muerte con los malos, protagonizar los besos más románticos y vivir mil aventuras. 
     Puntualmente, cada domingo a las cuatro, salíamos de casa enfilando el camino hacia nuestras ilusiones. Papá siempre nos acompañaba hasta la puerta del cine. Nos sacaba las entradas y nos dejaba en la fila de acceso a la sala. Luego, se marchaba a pasar la tarde a casa del abuelo. Allí, juntos escuchaban los partidos de fútbol por la radio. Tomándose algún que otro carajillo y fumándose un par de “Farias”. Después, cuando acababa la jornada, nos recogía a la salida del cine y volvíamos juntos a casa, donde nos esperaba mamá con la cena preparada. Por el camino, le contábamos las películas que habíamos visto. Lo hacíamos de una forma que casi parecía una representación teatral. Él siempre nos sonreía y nos animaba a que no olvidásemos ningún detalle.
     Siempre nos llevábamos un bocadillo para merendar en el intermedio, entre película y película, mientras cambiaban el rollo. Además, antes de entrar a la sala, en la cafetería nos comprábamos un par de botellas de gaseosa, de esas que llevaban su tapón de porcelana, su goma roja y su mecanismo de metal. Nos sentábamos mirando a la pantalla con la ilusión de pillar ese beso entre los protagonistas, que siempre cortaban justo cuando sus labios se iban a juntar. Entonces se producía un salto en la proyección y esos labios aparecían de nuevo separados. Y el beso se había esfumado delante de nuestras narices. Esto provocaba los silbidos y las protestas del público. Cuando comenzaba el jaleo, D. Mariano paraba la proyección, encendía las luces y amenazaba con desalojarnos a todos. Incluso, en alguna ocasión, se colocaba, con los brazos en jarras, delante de la pantalla hasta lograr el silencio absoluto de la sala. Reanudándose de nuevo la sesión.
     Nos gustaba sentarnos en las butacas del anfiteatro lateral, para así, si la película era un tostón y nos aburríamos, entretenernos espiando a las parejitas que ocupaban las últimas filas. Allí, daban rienda suelta a su pasión, ocultos entre la penumbra. Pero nosotros, con la luz que emitía la pantalla, éramos capaces de observar lo invisible.
     Nunca olvidaré la tarde que fuimos a ver “Matar a un ruiseñor”. En mitad de la película cogí a mi hermano de la mano y nos fuimos sin que acabase la proyección. Ya que, cuando escudriñábamos entre las butacas de los enamorados, descubrimos a mamá besándose con un hombre que le metía mano entre sus pechos. Y nosotros sabíamos que ese no era papá.


Relato Ganador 2º Premio de Narrativa
II Certamen Literario del Movimiento Artístico de Mislata (MAM)




Fotografía de Alexander Krivitskiy en Unsplash









8 comentarios:

  1. Buenísimo. Merecido premio, sin duda. Un amaravilla de texto.

    Los niños, que saben quién es y quién no, ese hombre del cine que toca a mamá. Un abrazo

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  2. ¡Enhorabuena, Javier! Un merecidísimo premio para un relato que nos llena la mirada de infancia, de tardes de cine y de secretos por descubrir. ¡Bravo! Para mí fuiste el ganador.
    Besos muy muy apretados.

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    1. Muchísimas gracias por tus palabras. Sin tu apoyo y ayuda no hubiese sido posible. Gracias de corazón.
      Besets al collet.

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  3. Estaba yo en la sala viendo toda la escena con la botella de gaseosa entre mis nanos y con media sonrisa en mi boca hasta que se me puso toda abierta y redonda cuando leo el final...

    Fantástico Javi, eres un crack!!

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  4. Enhorabuena, merecedor de ese premio y de muchos más. Un saludo.

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