No puede dejar de mirarlo. Es tan atrayente que es imposible no sucumbir a sus encantos. Al principio, lo alimentaba con las sobras del mercado, pero, cada vez, pedía más. Poco a poco, el carro de la compra volvía más vacío a casa.
Ahora, espera en un banco a que pase algún extraño. Entrará en el portal y en un rincón, bajo la escalera, se sentará a horcajadas sobre él. Mientras, guardará el dinero entre sus pechos. Se convence de que será rápido. Así, luego, podrá volver a mirar la pantalla y ver si en lugar de línea, canta bingo.
Relato escrito a partir de la fotografía de Sr. Alarido
uf, la ludopatía en voz de mujer, qué bueno.
ResponderEliminarUn abrazo, me encanta.
Muchísimas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.