Abro los ojos, de nuevo siento ese aroma a su pastel de zanahoria que inunda toda la casa. Ha vuelto. Salto de la cama. Bajo a la cocina y encuentro el fuego encendido. En esta ocasión no le contaré nada a mi psiquiatra. La última vez, con despecho, me dijo que me tomara mi medicación, que me olvidara de todo, que eran alucinaciones mías.
Voy al comedor. Allí está ella. Me río, me sonríe y desaparece tras los visillos del ventanal.
Javier, precioso, escrito con tanta sensibilidad y delicadeza, que eriza la piel.
ResponderEliminarHas sabido encontrar el lugar adecuado para cada una de las cinco palabras obligadas. Excelente historia.
Besets al collet.
Pilar, muchas gracias por tu visita y tu comentario. Tu sabes bien que en ocasiones es difícil encajar bien las palabras propuestas.
EliminarBesets al collet.
Me encantan tus historias...esta es dulcemente desquiciada. Sentí el olor a pastel de zanahoria que por lo demás preparo muy bien! Jugar con la mente es un deporte que practico. Buena semana y más...
ResponderEliminarRaquel, muchas gracias por tu comentario y tu visita al blog. Me alegra que te encanten mis historias.
EliminarFeliz semana y más...
Un abrazo.
Entre la realidad y la locura... Una triste, pero a la vez bella, historia. Me encanta, Javier :)
ResponderEliminarUn abrazo!
Muchas gracias por tu visita, Carmen.
EliminarUn abrazo.