Allí estaban los dos, frente a frente, nerviosos. El silencio lo envolvía todo. Solo hablaban sus miradas. Cada gesto, cada movimiento, podía descubrir sus intenciones. Debían jugar sus cartas con astucia. Tal vez fuese su única oportunidad. Si algo salía mal, todo se derrumbaría como un castillo de arena arrastrado por las olas.
Cerraron sus ojos, acercaron sus labios y se besaron.
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