El olor a humo y soledad cubre mi mundo. Todo es diferente. Ya no tendré que oír a papá decirme: «No llores princesa». Al tiempo que su cuerpo sudoroso de alcohol yacía sobre mí, mientras yo derramaba lágrimas de hiel. Entretanto, mamá se tapaba sus oídos rezando en su habitación, dejando que el monstruo devorara a su presa otra vez.
Fue un trabajo tan fácil como prender la mecha y esperar a que ardiera todo. Al fin, el viento arrastrará lejos de mí las volutas del infierno.
Fotografía de Allef Vinicius en Unsplash
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