Pestañeó dos veces para decir que sí, que estaba preparada. Por fin, mi vecina había acudido a la cita. Llevaba tanto tiempo soñando con tenerla entre mis manos. Me aseguré que estuviese todo dispuesto: la música ambiental, la luz adecuada, incluso, algo para beber. Ella tendida sobre el sillón permanecía inexpresiva. Solo el aleteo de sus pestañas me indicaba que podía continuar. Me dejé llevar, ya no miré sus ojos, solo sus labios, su boca… En el momento álgido sentí cómo su mano apretaba con furia mi entrepierna y ambos nos fundimos en un grito de dolor, cuando al fin, conseguí la extracción de su muela.
Fotografía de Alexandru Zdrobău en Unsplash
jajaj, qué final tan bueno, amigo.
ResponderEliminarUn abrazo, a la vecina otro :-)
Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarAbrazo de vuelta de la vecina.
Besos.