Era el restaurante de moda y pese a tener hecha la reserva con meses de antelación casi llegamos tarde. Al entrar, nos recibió el jefe de sala. Nos acompañó hasta un acuario y nos proporcionó una polaroid. Explicó que, cuando tuviésemos claro cual nos gustaba, tomásemos una instantánea y se la entregásemos. Así lo hicimos y nos dirigimos a nuestra mesa. Pasados unos instantes, llegó el momento tan esperado de probar aquel exquisito bocado cocinado por tan afamado chef.
Al solicitar la cuenta, preguntamos si sería posible llevarnos las sobras. No nos pusieron inconveniente alguno. Al marchar, nos entregaron un recipiente de plástico que contenía el delicioso manjar. Pegada sobre la tapa estaba la fotografía de la joven que nos habíamos cenado.
Qué barbaridad. Intenso final de canibalismo en vivo y en directo.
ResponderEliminarBuen post. Un abrazo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.
Julio David, muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarUn saludo.
Sorprendente!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
EliminarUn saludo.