Su aspecto menudo, frágil, débil… te hacía querer cobijarla y darle cariño. Ella te atrapaba, te seducía con un dulzor amargo. Cuando caías entre sus brazos era muy difícil poderte soltar. Su capacidad de actuar como un camaleón y su lenguaje de fantasía, embaucaba al personal. Pero la recapitulación de sus víctimas aumentaba. Corté todo contacto, pero su acoso era sutil, sibilino.
El tiempo todo lo cura y pone a cada cual en su sitio, pero aún así al contemplar su avatar en la pantalla y sentir el móvil vibrar, no puedo evitar que un sudor frío se apoderé de mí.
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