La última vez que pisé las calles del pueblo, fue el día que, mientras huía, oía a madre gritarme desde la puerta de casa: ¿Qué has hecho? ¡Desgraciada! Pero, no miré atrás. Estaba harta de su complicidad. Lo que hice, lo hice por mis hermanas. Por eso, cuando de nuevo, padre me encerró en su dormitorio y me obligó a arrodillarme frente a él, en el instante que bajó sus pantalones y cerró los ojos; saqué de debajo de la cama las tijeras de podar y...
Fotografía: Gregory Crewdson
Lo mejor que podía hacer por ella y por sus hermanas, usar la tijera de podar. Muy buen texto.
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Muchas gracias por tu comentario.
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