Allí, en medio de aquel inmundo pasillo, permanecía impertérrita, llena de soberbia. Solo aquel viejo abrigo cubría su dignidad. Ni el nauseabundo olor ni estar rodeada de excrementos la hacía parpadear. Ella, que había sido la estrella de los mejores cabarés, estaba dispuesta a recorrer con solemnidad el camino para su próxima actuación. Solo esperaba a que anunciasen su nombre.
En aquel instante se escuchó: El siguiente, Manuel Juárez González, travesti, alias La Gran Eloísa. Entonces, se despojó de su abrigo y mostrando su escultural cuerpo, pese al temblor de sus piernas, con majestuosidad comenzó a caminar hacia el cadalso.
Madre mía qué bueno. La cabaretera preparada para el cadalso.
ResponderEliminarMuy buena entrada. Me ha encantado. Un abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarBesos.
La Gran Eloisa, toda digna. Buen cuento, felicidades
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Yolanda.
EliminarBesos.