Me despierto con el estallido de un trueno. Me incorporo en la cama. Por más que busco, no encuentro mis zapatillas. Me levanto descalza. Cuento mis pasos. Tropiezo. Algo me sentó mal anoche. Debieron de ser las copas que tomé en ese bar donde conocí a aquel chico.
Me apoyo en la cama. Vuelvo a acostarme. Noto la sábana empapada por algo viscoso. ¡Qué asco! Sigo palpando. ¡Dios mío! ¿Qué es esto? Toco a mi lado un cuerpo frío. ¿Quién es? ¿Dónde estoy?
Me giro en busca de mi bastón. ¡No está! Entonces, escucho una llave, una puerta, unos pasos que se acercan y unas voces que dicen: «Ahora vamos a acabar con ella. No hace falta que te tapes la cara ni que apagues la luz».
Qué fuerte. Pobre mujer. Un texto escalofriante mu bien urdido.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarBesos.