Desde que nos trasladamos aquí, nuestra vida ha cambiado. Mamá no canta mientras hace las tareas de casa. Papá ya no toca el violín. Nosotros ocupamos nuestro tiempo en leer y escribir, ya que, pese a todo, nos dicen que no dejemos de estudiar. Jugar es un verbo que solo lo conjugamos en silencio. Nuestra única alegría es despertar cada día y sentir que estamos vivos. En este sótano, el miedo nos suele paralizar cada vez que oímos llamar a la puerta de nuestros vecinos y ellos responden: «¡Heil Hitler!»
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ResponderEliminarBien llevado. Un abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarBesos.
Estupendo¡
ResponderEliminarMuchísimas gracias .
EliminarUn saludo.
Muy bueno, Javier. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchísimas gracias , Margarita.
EliminarBesos.