La ceremonia ha de ser inolvidable. No puede faltar ningún detalle. Las primeras filas, reservadas para los familiares más allegados. Las flores dispuestas. He hablado con el cura para que no se alargue en la homilía. Al final, el orfeón del pueblo cantará en la misa e, incluso, les he indicado alguna pieza. El refrigerio, para después, en el bar de enfrente de casa.
La iglesia está llena. La espero en la entrada. Al fondo veo llegar el coche, por una vez es puntual. No puedo reprimir las lágrimas. Ayudo a bajarla mientras, de fondo, las campanas doblan por ella.
Microrrelato finalista del concurso del programa Wonderland/RNE4 23/09/17
Madre mía, qué tristeza. Qué buena descripción.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarBesos.
¡Qué momento más triste! Decir adiós, aunque sea, un hasta luego... En pocas palabras, un gran sentimiento.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus palabras, Margarita.
EliminarBesos.