lunes, 9 de enero de 2017

VIDA


   Al nacer, tras tanto tiempo esperando y después de crecer lo suficiente, en mi caso demasiado según los médicos de la época, pude ver la luz, y desde el primer momento me tocó luchar. Aún recuerdo las palabras de la enfermera a mi madre “señora vaya haciéndose a la idea de que este niño no durará mucho”, y menos mal que se equivocó, tal vez debido a que desde pequeño fui cabezón, tanto de tamaño como por mi testarudez. Y por esa cabezonería mía, logré salir adelante y pude amar, llorar, saltar, jugar y todos los verbos del diccionario que signifiquen vivir, incluso morir ya que para ello antes hay que vivir.

   Y ahora cuando vuelvo a ver la luz, que me llama, que me atrae, que quiere que la alcance, ahora solo puedo sonreír y decir adiós a la vida.


(relato publicado la 2ª semana de Enero/17 para la web solidaria https://www.cincopalabras.com/)

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