Siempre he mantenido mi lealtad, pese a que en más de una ocasión he sido el blanco de su ira, como aquel día que persiguiendo una mariposa por el campo me metí en un charco y me manché de barro, cuando regresé a casa además de recibir unos buenos azotes por ensuciar el suelo, me dejó el cuenco vacío de comida durante tres días, menos mal que pude desenterrar del jardín algunos tesoros escondidos para sobrevivir.
Hoy cuando su carácter se ha ennegrecido tanto como su visión, su única compañía somos la oscuridad y yo, que sigo siendo su fiel perro guía.
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