Ella marchó, y él le prometió que nunca la olvidaría, y pasó sus días como alma en pena navegando por el mar de la vida, recordándola.
Cuando por fin él partió en su última singladura, lo hizo feliz, en calma, surcando aquel mar de nubes, sabiendo que por fin podría anclar su barca y disfrutar para siempre de su amor.
Fotografía: Quint Buchholz
Navegando hacia emocuon que sostiene la fe y eleva las alas... Navegando en el mar del sentir a dos.
ResponderEliminarMi abrazo de luz
Athenea muchas gracias por tu visita y tu comentario.
EliminarUn abrazo de luz.