Poco antes de que los domingos fueran amargos, estaban los sábados agridulces y los viernes de marcha.
Nuestro fin de semana empezaba en el chino de la esquina donde llenábamos nuestros depósitos de más alcohol del que podíamos soportar.
Poco a poco, los cuatro, perdíamos el ser, el estar y quiénes éramos, nos creíamos mejor que nadie y más chulitos que ninguno.
Hoy desde mi silla de ruedas he vuelvo a contemplar la curva donde el paso del tiempo dejó flores marchitas y tres cruces.
(relato escrito para Relatos en Cadena - Cadena SER - 1ª semana Octubre)
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