Los prisioneros eran todos unas nenazas, tan solo sabían llorar. Aquellos que se atrevían a decir algo, solo articulaban el mismo mantra: “te quiero mucho mamá”. Hubo que someterlos a diversas torturas para obtener su confesión. Solo entonces, pasaron a disposición del Tribunal Supremo de nuestra gloriosa Revolución del 6 de enero. Tras un juicio sumarísimo se dictó la sentencia, fueron condenados a la pena capital. Al amanecer, en el patio trasero de casa, despojados de todas sus ropas y pertenencias, los ejecuté a garrote vil.
Por fin, este año, los Reyes Magos, no tendrán excusas para no traerme muñecas nuevas.
Madre mía, qué peligro. No quiero pensar qué hará la criaturita cuando se entere de que los reyes no vienen exactamente de Oriente.
ResponderEliminarEspeluznante, Javier.
Pues yo tampoco quiero pensarlo, este niño es de armas tomar.
EliminarGracias por tu visita, Patricia.
Besos.
Es un relato escalofriante. Qué peligro de criatura.
ResponderEliminarMuy bueno, Javier.
Sí, Carmen, una criatura muy peligrosa. Espero que los Reyes Magos le traigan muñecas.
EliminarGracias por tu visita, Carmen.
Muchos besos.