Hacía bastante tiempo que las plantas no florecían y que los perros silenciaron sus ladridos. Nadie del vecindario la echó en falta. Ni siquiera el banco, ya que la soledad pagaba puntualmente sus facturas. Solo cuando la avaricia necesitó su casa, ordenó a la comitiva judicial que fuese y forzase la cerradura para poder entrar. Y allí estaba, en el salón, sobre un destartalado sillón frente al televisor y con su última cena, encima de la mesa, soterrada bajo una densa capa de polvo. Seguía esperando que alguien hubiese llamado a su puerta desde hacía casi dos años.
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Me ha gustado mucho. No se llega a captar el silencio del paso del tiempo, como relojes parados, pero la capa de polvo nos adentra en la atmósfera del ser invisible, de la vida nimia, del pasar por este mundo sin dejar huella alguna.
ResponderEliminarMuy bueno. Un saludo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarSí, es la soledad que viven muchas personas mayores, que mueren y nadie se acuerda de su existencia.
Un saludo.