Manuel y Andrés descendieron juntos del vehículo que los había transportado hasta allí. Comenzaron a caminar cogidos de la mano. Algunos de los asistentes al acto al verlos pasar murmuraban con la mirada. Los familiares esperaban emocionados a que todo acabará. A cada paso que daban, se asían mutuamente con más fuerza por miedo a caerse, ya que les temblaban las piernas y andaban casi arrastrando los pies.
Al fondo les esperaba el capellán. Cuando llegaron a su altura les dio la bendición. Luego, tras ponerles una venda en los ojos, una descarga cerrada apagó el silencio de la madrugada.
Fotografía de Robert V. Ruggiero en Unsplash
Hermoso relato y un gran blog, te invito a visitar el mio si tienes tiempo! :)
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y tu visita.
EliminarAgradezco tu invitación, te visitaré.
Un abrazo.
Bravo, final inesperado, qué artista
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, Yolanda.
EliminarBesos.