Cuando la vio en aquel escaparate se enamoró de ella. Pensó que tenía que ser suya y de nadie más. Siempre le decían que no jugara con ellas así, que no era normal. Él contestaba que no iba a cambiar. Con el tiempo aparecieron los problemas. La primera vez fue el brazo. Él explicó que fue sin querer al arrancarle un vestido que no debía llevar. Más tarde, una pierna. Juró que había sido un accidente.
El día que se cansó de ella, la dejó destrozada sobre el suelo del comedor. Mientras él intentaba acabar con su propia vida, se escuchaba gritar al otro lado de la puerta: ¡Abran, policía!
Mi aportación al #VIERNESCREATIVO de Ana Vidal.
Relato escrito a partir de la fotografía de Raquel Rodríguez Suárez
Duro post, pero muy bueno. Eso de romper muñecas puede llevar a ser un maltratador muy sádico
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana
Muchísimas gracias por tu comentario.
EliminarBesos
El sadismo llevado al extremo. Muy buen micro, bravo
ResponderEliminarMuy duro tu relato, pero a la vez tan repetido el terrible sadismos o locura, ¡qué se yo!
ResponderEliminarEncantada de pasar por tu blog.
Muchísimas gracias, por tu comentario.
EliminarUn abrazo.