La mayoría de las prisioneras eran unas nenazas, solo sabían llorar. Las que se atrevían a articular alguna palabra, repetían siempre el mismo mantra: "Te quiero mucho, mamá". Después de someterlas a diversas torturas, obteniendo así su confesión, pasaron a disposición del Tribunal Supremo de nuestra gloriosa revolución del 6 de enero. Tras un juicio sumarísimo se dictó la sentencia, fueron condenadas a la pena capital. Al amanecer, en el patio trasero de casa, despojadas de todas sus ropas y pertenencias, las ejecuté a garrote vil.
Por fin, este año, los Reyes Magos se verán obligados a traerme muñecas nuevas.
Microrrelato finalista del concurso del programa Wonderland/RNE4 20/05/17
Bárbaro, es contundente, eso sí
ResponderEliminarUn abrazo