Pasaban las tardes con los pies a remojo, mientras pescaban ilusiones. Aunque, a ellos solo les interesaba el ahora y del pasado simplemente querían curar las heridas. En ocasiones, la luna los encontraba entrelazando sus vahos para suavizar el frío. Entonces, como si fuese un mago, él sacaba de su bolsillo una chocolatina robada en la tienda del último pueblo por el que habían pasado. Ella sonreía. Luego, bajo las estrellas y cubiertos con la vieja manta del orfanato, apagaban la noche con besos de chocolate y un hasta mañana. Después, tenían un único sueño, que el amanecer no los descubriese dormidos para siempre.
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Una maravilla de post. Reúne una ternura, una imagen nocturna baja una manta de hospicio realmente bella. Esos niños, hermanos o no, serán uno en los besos de chocolate y sueños.
ResponderEliminarPrecioso. Un abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras, me alegra mucho que te haya gustado.
EliminarBesos.