El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las flores, aunque no sé que era peor si esos insectos revoloteando sobre mi cabeza o el chaparrón incesante que me tenía calado hasta los ojos.
Ya faltaba poco, bajo los paraguas la gente se agolpaba a la entrada, yo solo pensaba en llegar, pero ese molesto zumbido me estaba poniendo nervioso.
De repente uno de esos bichos se metió en mi ojo, tuve que soltar las manos y abofetearme la cara, todos gritaron horrorizados al ver caer al suelo el ataúd que portábamos y el cadáver de Manuel deslizándose bajo la lluvia.
(microrrelato enviado al programa Wonderland/RNE4 11/05/16)
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