Ayer fui a tu casa y no estabas. Sí, ya sé que no debí hacerlo, que me lo prohibiste, pero ¡ay! no puedo vivir así, sin apenas verte, sin saber de ti. La desesperación de sentirte lejos me consume.
Sabes que haré cualquier cosa que me pidas. Por favor, ¡escríbeme!
K.
Estimada K,
Esta mañana al recoger el correo me he encontrado con su carta, no me di cuenta y la abrí, pero cuando comencé a leerla vi que no era para mí, lo siento y le pido disculpas.
Seguramente los nervios le jugaron una mala pasada y por error la puso en mi buzón, en realidad el destinatario era mi vecino de la puerta de al lado.
Aún así, y pese a que yo no soy a quien dirigía sus palabras me he tomado la libertad de contestarle, ya que sus letras me han llegado al corazón, me han hecho ver su sentida desesperación por amor, su no saber vivir así.
En realidad no sé como comenzar, ya que tal vez no sea la persona más adecuada para ello, pero como suplicaba una respuesta creo que la debe recibir. Me gustaría poder contarle otras cosas, decirle que le he dado su carta y que él le contestará, pero siento decirle que eso es imposible, su amado Juan hace ya un mes que falleció, lo siento mucho, sé que ahondo en su desesperación, en su dolor, pero parece ser que nadie ha sido capaz de comunicarse con usted, no sé el motivo.
Él, y usted lo sabrá mejor, era una persona muy reservada, y sé, porque así me lo dijo, que su enfermedad la oculto a todo el mundo, incluso a usted por lo que veo, yo era uno de los pocos que lo sabía, pero aún así él tampoco me habló nunca de usted.
Solo decirle que marchó en paz, sin sufrir, pero que se fue como era él, en silencio, sin contar nada, sin decir nada. Ahora su espíritu navega por el mar y estoy seguro que desde donde esté le acompañará y querrá que sea feliz.
Para terminar decirle que me gustaría conocerla, para contarle todo lo que quiera saber, darle un abrazo de consuelo y hablar de él. Aquí tiene mi número de teléfono, llámeme y quedaremos.
Le mando todo mi ánimo y cariño.
Javier.
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