Manuel era de ayudar poco a los demás, ni siquiera a sus amigos. Solo le interesaba jugar a las cartas, beber, reírse y divertirse. Siempre viviendo a costa de los otros. Empezamos medicina juntos. Me sableó, se tiró a mi novia, en una palabra arruinó mi existencia. Acabé la carrera y él quedó allí.
Pero en ocasiones la vida te da segundas oportunidades. Una noche, trabajando en urgencias, entró un paciente directo al quirófano. La enfermera me decía: “Varón, 36 años, accidente de tráfico bajo los efectos del alcohol, costilla perforando pulmón izquierdo…”. Cuando vi a Manuel, allí, frente a mí, solo e indefenso, no dudé en clavarle en el pecho el bisturí para salvarle la vida.
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