Allí estábamos los dos, frente a frente, nos reímos nerviosos. Todo dependía de cada gesto, de cada movimiento. Había que saber jugar las cartas. Si algo salía mal, todo se derrumbaría como un castillo de arena arrastrado por las olas.
Cerramos los ojos, acercamos nuestros labios y nos besamos.
Me encanta la alegoría. De hecho, como en una partida de carta, nos sabemos qué aporta el otro, y en algunos casos, es ese cerrar los ojos lo que permite ver las cartas, de poco a poco.
ResponderEliminarMuy bueno. Besos
Muchas gracias por tu comentario. En ocasiones el amor es como una partida de cartas.
EliminarUn beso.