Cuando mamá se ausentaba de casa, siempre me decía lo mismo: «Si te la llevas, cuídala, que no se pierda y no se te ocurra volver sin ella». Entonces, nos íbamos a jugar al balón a la explanada que había a orillas del lago.
Aquella tarde, cuando íbamos a regresar, no la encontrábamos.
—¡Te juro que la he visto caer cerca del cobertizo!
—¡Tiene que aparecer!
—¡Por aquí no hay nada! Estoy tocando el fondo con las manos.
—Pues, la encuentro o mi madre me mata.
—¡Aquí veo algo! ¡Sí, está bajo el agua, inmóvil, atrapada por el fango!
—¿Seguro qué es la pelota?
—¡No, es tu hermanita!
Madre mía qué horror, para los padres y para ese hermano mayor, quien llevar´por siempre la culpa en sus entrañas.
ResponderEliminarBune post. Un abrazo y feliz viernes
Muchísimas gracias por tus palabras.
EliminarBesos.
Ufff, qué sacudida final!!!
ResponderEliminarPero de eso se trata. Bien hecho, Javier.
Un beso
Hola!!!! Margarita, muchísimas gracias por tu visita y tus palabras.
EliminarUn beso.
Qué duro para comenzar la madrugá. Un gran abrazo Javier
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita, Margarita.
EliminarBesos.