Hablar de muertos vivientes y pensar en mamá es instantáneo. Todo empezó cuando la despidieron del trabajo. Fue como si la matasen en vida. Dejó de cuidarse, de arreglarse… La piel se le acartonó. Siempre andaba con el mismo vestido andrajoso. Solo salía de casa para acudir al entierro de alguna excompañera, decía que eso le daba vida. La pobre solo disfrutó unos meses de su paga de jubilación. Tanta deprimente desesperanza acabó con ella. Menos mal que de algo me sirvió aquel curso de tanatopraxia. Así, cuando la llevo al banco para cobrar la pensión, en su silla de ruedas, está guapísima. Solo le falta hablar.
microcuento.es/cuentos-cortos/ para el mes de JUNIO/19
jajaj, qué buen oficio, en el momento justo, además. Pobres quienes al jubilarse se marchitan, siempre me dieron pena.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesos.
Jubilada sin jubilo...
ResponderEliminarQue usted lo cobre bien...
Saludos
Muchas gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Ya ves!! Tanto trabajar para cobrar una prnsiión y te arrugas como una margarita marchita y apenas la disfrutas!! Un abrazo Javier
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario, Marí.
EliminarBesos.