Por fin, la nada. La mezcla de los productos adecuados había dado con la síntesis deseada durante tanto tiempo. Su cara mostraba la expresión de felicidad. Tenía la impresión que al fin cumpliría su sueño, la cuarta estrella Michelin. Sí, sí, la cuarta, el primer restaurante del mundo con ella.
Ya sabía que nombre le pondría en la carta, “Alegoría de Sabores”. El precio cien euros. Así se aseguraba que la gente se mataría por reservar mesa y degustar tan exquisito manjar.
Estaba deseando ver a sus clientes cuando les sirviera el plato y en su interior… nada.
Una perfecta parodia de la triste realidad de los fogones de los grandes chefs. Vendedores de humo muy caro pero muy selecto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Josep Mª, tienes toda la razón.
EliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Julio David. Eso es lo que ocurre, mucho nombre raro al plato, mucho precio y luego el plato casi desierto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Brillante e incisivo, Javier. Un micro que me recuerda al clásico cuento del traje del emperador. Hay mucho esnobismo y elitismo amanerado en la sociedad. Lo triste es que más de un comensal diría que estaba delicioso. Un abrazo!!
ResponderEliminarMuchas gracias, David, por tu comentario y tu visita.
Eliminaropino como tú, habría más de uno dispuesto a pagar una animalada por nada.
Esta semana enviaré mi relato para el TINTERO DE ORO DE OCUBRE.
Un abrazo.